Esto se llama obsesión

Vivo atrapada en mi propio juego. Atrapada en el juego de hacer lo que quiero con quien quiero, pero en el momento que le quiero a él se esfuma. Desaparece y no vuelve. No quiero promesas de amores eternos, que lo único eterno que hay son las lágrimas cada noche. No quiero compromisos que lo único que comprometen son vergüenza porque todo el mundo se entere de los cuernos que tienes. No quiero amores de boda e hijos. Ni siquiera estoy segura de que quiera amor. No quiero nada, excepto a él. No quiero pasarme las horas pendiente de un doble tic, ni de una conexión, ni de celebrar un día del mes en concreto. No quiero nada, a no ser que venga de él. 
Cuando yo digo si, él dice no. Cuando yo voy, él viene. Cuando yo quiero verle, él no. Y así somos, como una noria que de tantas vueltas que hemos dado, hemos acabado mareados ambos. Ya no sé en que estación de tren me tengo que bajar para estar con él, aunque en realidad no sé ni si él quiere pasar por mi estación.
No soy nada cobarde a no ser que él esté por medio. Soy de las que dicen las cosas claritas y a la cara, pero con él no puedo. Me vuelvo cobarde, débil, inestable. Me vuelvo frágil y en cualquier momento me hará sufrir como ya lo hizo una vez. 
Estamos distanciados, se supone que ambos estamos bien pero no. Yo no lo estoy. Necesito verle, discutir, pelearnos, picarnos. Volver a la rutina de no aguantarnos, de no soportarnos pero no saber estar más de dos días él uno sin el otro. Quiero esas conversaciones a todas horas, esas ganas de comernos a besos y a lo que no son besos. Necesito sentirle, saber que a él le pasa lo mismo. Y no, o es amor, esto se llama obsesión.