Ni tan siquiera una paloma

Me despierto de madrugada con una sonrisa reflejada en mi cara. He soñado con él. Estaba tumbada en mi cama con mi móvil, como ya es rutina en mi vida. Mi ventana está abierta, tengo calor. De repente me levanto de mi cama, escucho más gritos de chavales de lo normal en la calle. Me asomo a ver que pasa. Son adolescentes jugando en la calle, no le doy mucha importancia. Pero empiezan a llamarme como quien no quiere la cosa. Yo conocía a esos adolescentes, eran de mi pueblo. Me ruegan que baje, que quieren verme y hablar conmigo un rato. Lo más normal sería salir por la puerta y bajar las escaleras pero yo bajé deslizándome por las paredes de la fachada. Piso el suelo y me encuentro de frente, apoyado en un coche, a un chico que no me esperaba para nada que viniese a buscarme. Era él. El chico que me gusta y con el cual hace casi tres meses que no me hablo. Le ignoré. Pensé que venía por el compromiso de no quedarse solo. Me voy con mis amigos los que si que han venido específicamente a verme a mí. Y alguien me tapa los ojos con una mano y con la otra me agarra por la cintura. Me dijo susurrando al oído: "Estamos todos aquí por petición de una persona que te echa demasiado de menos." Esa voz me resultaba conocida pero hacia demasiado tiempo que no la escuchaba. Nos quedamos en silencio. Él lo rompió, "¿quieres verle? ¿saber quién es? ¿saber por qué ha venido hasta aquí?" Me salió una tímida voz que afirmaba todas aquellas preguntas. Me quita la mano de los ojos pero todavía no me podía contemplar quién es la persona que me hablaba ni a la persona que se refería. Observé mi calle, estaba desierta. Mis amigos habían desaparecido. Me volvió a susurrar esa voz, "estamos tu y yo solos en toda la calle." Mis nervios estaban empezando a asomarse. Mi rostro se estaba enrojeciendo. Ya pude darme la vuelta. Le vi. Era él. El chico que me gusta y con el cual hace casi tres meses que no me hablo. Tenía razón, no había nadie en toda la calle, ni una persona, ni un coche en movimiento, ni tan siquiera una paloma. Me abrazó. Fuerte, muy fuerte. Parecía que no quería dejarme escapar. Me susurró de nuevo al oído. "Lo siento, me gustabas, te quiero y si seguía hablándote así me iba a acabar enamorando de una persona que no me correspondía, otra vez. Lo siento. Ahora se que ha sido peor el remedio que la enfermedad, te dejé de hablar para no enamorarme y al final lo he acabado haciendo igualmente. En trece días haríamos tres meses sin hablarnos, no podía aguantar más. Si no hago esto me arrepentiré toda mi vida pero aunque ya se la respuesta necesito preguntártelo. Cristina, ¿quieres ser mi novia?" Mis nervios salieron a la luz, no había ni una sola parte de mi cuerpo que no estuviese temblando. No me salía decir ni una sola palabra, tenía la voz congelada. Había esperado tanto este momento que ahora no era capaz de afrontarlo. Él se iba alejando por momentos, pensaba que el no contestarle era una mala señal. Le vi bajar la calle, se me iba a ir por segunda vez. Salí corriendo, corrí como nunca antes lo había hecho. Le agarré del brazo, le di media vuelta y le besé. Cuando nos quisimos dar cuenta estaban todos nuestros amigos alrededor aplaudiendo y sonriendo. Nos miramos, me abrazó y sonreímos. Yo estaba llena de alegría, era uno de los mejores momentos que me habían pasado durante estos dos últimos años, le pena fue cuando a las 04:38 de la mañana me desperté y descubrí que solo era un sueño.



























  

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