Historias en un box.

Estábamos en el hospital esperando a ver a Gilito, cuando Javi, mi friki, aquel amigo que bueno, era amigo solamente, se dispuso a andar. Iba cojeando ya que se lesionó la semana pasada en el mismo partido que Gil. Andaba peor de lo normal, al llegar no anda tan mal. Una enfermera que estaba haciendo su ronda por allí le vio. Le dijo que por favor le acompañara que le iba a echar un vistazo a ese pie. Él pidió ir acompañado, no quería entrar solo. Él sabía mejor que nadie que algo no andaba bien, y nunca mejor dicho. La enfermera aceptó a regañadientes, tampoco se iba a poner a discutir con un adolescente en mitad de los pasillos de un hospital. La sorpresa para todos fue que la elegida como su acompañante era yo, en lugar de cualquiera de sus amigos o compañeros de equipo que estaban con nosotros en esa sala de espera, de esa bendita sala de espera. Yo me levanté y me dirigí con ellos al box número cinco que el fue donde le metieron. Javi me agarraba muy fuerte de la mano, va de chulo y de que con el nada ni nadie puede, pero yo notaba que tenía mucho miedo. Me miraba con esa carita de niño bueno que tiene, con esos ojos verde oliva semillorosos de aguantar el dolor que le producían los movimientos que la enfermera le obligaba a hacer con el pie. Con cada movimiento me apretaba más la mano, su cara poco a poco se ponía más morada de aguantar tanto dolor. ¿Por qué le negaba a la enfermera que esos movimientos le dolían? Yo que le conocía, veía reflejado el dolor en su rostro y en que cada minuto que pasa mi mano la iba notando menos mía. En uno de esos movimientos, no aguantó más esas ganas de gritar que tenía y dio un chillido tan fuerte que hubiese desconcentrado a cualquier cirujano durante una operación. La enfermera cambió su cara radicalmente, su rostro era de mucho asombro y de que algo muy grave se avecinaba. A mi friki le empezaron a caer suaves lágrimas por los ojos... nunca le había visto así. Nunca le vi llorar ni tenía la constancia de que lo hubiera hecho desde que le conozco. Parecía tan frágil, tan vulnerable, muy diferente a como es él en realidad. La enfermera se marchó dejándonos solos porque iba a buscar al doctor, nos dijo. Yo sabía que algo pasaba, ¿el qué? pues no tardaría demasiado en preguntarlo. Mi friki me contó que desde ayer el dolor del tobillo le iba a más, y que ningún analgésico le hacia efecto e incluso se había tomado varios seguidos, pero ni por esas. No quería alertar a nadie porque tenia mucho miedo, por eso le costó decidirse a venir al hospital. De repente, un hombre alto, rubio, de ojos verdes claros y muy serio entró por la puerta del box. No tenía cara de traer muy buenas noticias, y estaba en lo cierto. Javi tenía demasiada coagulación de sangre en el tobillo, es más hacia varias horas que parte de su pie no recibía sangre oxigenada. La amputación era inminente. Javi lloraba cual niño pequeño que se ha caído de un columpio. El doctor y le enfermera se fueron avisándonos de que volverían en diez o quince minutos. Estaba demasiado bloqueada, no sabía que hacer ni que decir. Le di un abrazo tan fuerte que casi soy yo la que le produce otra coagulación pero en el resto del cuerpo. Durante ese abrazo me susurró al oído que no me separase nunca de él. Siempre me iba a tener ahí, con pie o sin él. Me separé unos centímetros de él pero no le solté la mano. Me tomé al pie de la letra eso de no separarme de él jamás. Le sequé las lágrimas y le dije que se convertiría en mi tercer ídolo. Al principio no entendía porque le había dicho eso así que se lo explique. <<Tú dices que Villa y Callejón son cojos, pues ahora tu también lo vas a ser>>. Sonrío pero sus lágrimas no cesaban. Volví a secarle la carita y le pedí que dejara de llorar, que estaba más feo que de costumbre y como le viera así su novia, además de perder el pie la iba a perder a ella. Esa frase le hizo coger aire, se secó el mismo las dos lágrimas siguientes y me habló. <<Desde este mismo instante ya no tengo novia, ella no lo sabe pero no quiero seguir engañándome a mí mismo ni a ella. Quería que te fijarás en mí y pensé que con novia resultaría más fácil. No estoy enamorado de ella, sino de la chica que me esta cogiendo de la mano ahora mismo, la cual es la novia de unos de mis amigos. No te voy a pedir que le dejes porque te quiere mucho y tu a él también, pero aún que no te pueda besar, ni abrazar tanto como desearía, ni dedicarte estados bonitos, ni tener una fecha que marqué lo mejor que tengo en la vida... no me sueltes esta mano nunca. Estás en segundo de bachillerato, difícil y ajetreado pero te pido por este pie que dentro de poco no tendré que saques un huequito para venir a verme cada día y poder agarrarte de la mano. De este modo, siento que eres mía sin que lo seas, siento que te tengo sin tenerte, siento que estás conmigo y no con él>> Era la declaración de amor más bonita que me habían hecho pero por primera vez en mi vida y a pesar de todo, cuando sonó la alarma de mi despertador me alegré. No era una pesadilla, pero poco le faltaba. 

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